El 2 de febrero de 2004, el suizo alcanzó por primera ocasión el número 1 del mundo.
Roger Federer puede darse el gusto de ser el único tenista -desde que empezó a regir el ranking ATP en 1973- que sobrepasa las 300 semanas como número 1 de mundo. Es decir, son 2.114 días, 50.736 horas y lo equivalente a 5 años y un poco más de 7 meses.
Pero, ¿Recuerdas cuándo el suizo alcanzó por primera vez la cúspide del tenis?, ¿sabes cuál fue el camino que recorrió?, ¿dónde lo consiguió? o ¿cuánto tiempo duró en esa añorada posición?
En 1998 comenzó la andadura del suizo en el profesionalismo. En aquella época se trataba de un tenista que no pasó por los Futures y sólo jugó ocho torneos Challengers en el inicio de su carrera. El primer torneo ATP que disputó fue Gstaad, estando 702° en el ranking. Al terminar ese año, ya era 301º y su progresión iba a pasos de gigante: cuando finalizó 1999 ya aparecía 64° del mundo.
En el 2000 terminó 20º, en 2001 escaló hasta el puesto 13º y ya en 2002 tenía el honor de hacer parte del Top 10. En esos cinco años pudo afianzarse en el circuito profesional y demostrar con sus actuaciones el potencial que poseía. Era, sin dudas, unas de las figuras del futuro.
Pero Federer no se quedó con el apelativo de promesa y su estilo de juego, que cautivaba a propios y extraños, era su principal herramienta para alcanzar la cúspide. Sumado a ellos, su aguerrida forma de enfrentar a los grandes tenistas del momento era una señal de que Roger no le temía a nadie. Era valiente, osado, audaz.
El año de su ascenso, y en el demostró categóricamente sus deseos de alcanzar la cima del ranking, fue el 2003. Con su primer título de Grand Slam en Wimbledon -ganándole a Mark Philippoussis-, Federer se convirtió en el número 3 del mundo: premio a un jugador que pisaba la cancha con hambre de triunfos y que generaba cada vez más respeto. Ese título fue no más que el inicio de una caza a la cima del mundo del tenis.
Ese mismo año, el nacido en Basilea pisó el número 2 del mundo en diferentes ocasiones: en el Masters de Cincinnati y en el US Open; sin embargo, el Torneo de Maestros fue el punto de inflexión: se coronó campeón venciendo dos veces a Andre Agassi (en round robin y la final), al número uno del mundo, Andy Roddick, y al entonces número dos, Juan Carlos Ferrero. De esta forma, inició el 2004 en el segundo lugar del ranking. El objetivo sólo estaba a un paso.
Ese 2004 su tenis funcionaba como un reloj -suizo-, y adquiría un color rojo y blanco que ningún otro tenista parecía tener la capacidad de borrar. Era como si todo estuviese predestinado. Federer no jugó apenas un torneo previo al Abierto de Australia, lo que hizo pensar que no iba a llegar con la preparación adecuada a un torneo de tales proporciones.
Pero la mesa estaba servida: Andy Roddick aparecía N°1 con 4.535 puntos, y Roger lo seguía con 4.375, a tan solo 160 puntos de diferencia. El estadounidense defendía las semifinales de 2002, mientras que el suizo solo había llegado a octavos de final; es decir, la presión por el lado de Andy, la ilusión por el lado de Roger.
El de Basilea inició el campeonato sabiendo que si se proclamaba campeón era nuevo monarca del tenis, sin importar lo que hiciera el norteamericano. Alex Bogomolov, Jeff Morrison y Todd Reid fueron las primeras víctimas de un Roger que era una maquinita. Roddick hacía lo propio en su lado del cuadro. Luego llegó el turno para el local Lleyton Hewitt, David Nalbandian y Juan Carlos Ferrero a los que derrotó notoriamente.
Sin pensarlo ya estaba en la final, donde todo estaba consumado tras la caída de Roddick en cuartos de final. Allí, Marat Safin se convirtió en su última víctima. La sinfonía de Roger en Australia era como las tonadas de Beethoven o Mozart en su época. Dos semanas de una melodía que salía suavemente de su raqueta inspirada. Federer era el rey del tenis.
El ascenso del helvético a la primera posición del ranking se hizo oficial el 2 de febrero de 2004. Tras muchos años donde el circuito ATP no tuvo un tenista que dominara con solvencia, apareció este suizo con un papel de líder indiscutible. Aquella temporada la cerró con un saldo de 74 triunfos en 80 presentaciones y, como consecuencia, ganó 11 títulos.
A partir de ahí pasaron 237 semanas de idilio, más de dos centenares de semanas en las que Federer demostró contundencia, armonía, firmeza y un dominio sin igual del circuito. Era una situación casi heroica desbancar al nuevo jerarca del tenis. La cima no la soltó por más de 4 años en los que disputó 378 partidos con un balance de 344 triunfos y 34 derrotas, para un rendimiento de más del 90%.
Esa fue la primera vez de Federer, una primera vez inolvidable e imborrable para cualquier mente tenística. Fue su tiempo dorado, su época brillante. Fue el momento del inicio del reinado de uno de los mejores jugadores de la historia del tenis. ¡Feliz cumpleaños, Roger Federer!
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