Septiembre 7 de 2003, 6-3, 7-6 (2) y 5-3 para el local, servía entonces Andy Roddick de 20 años frente al español Juan Carlos Ferrero para adjudicarse el título del US Open. Con su peculiar gesto en el saque, recordado por muchos, aunque poco ortodoxo, el estadounidense sirvió con fortaleza hasta ponerse 40-0, gracias a un saque ganador y dos directos, el estadio Arthur Ashe, en total silencio, Roddick lanza la pelota al aire, tira su hombro hacia atrás al mismo tiempo que flexiona bruscamente las rodillas e impacta con toda su potencia el punto que le otorgaría el título de campeón del US Open, “Game, Set and Match”, dice el juez de silla, y Andy con gesto de incredulidad se desploma en el suelo acariciando la gloria con las manos y demostrando el potencial que tenía quien sería uno de los mejores tenistas de la década pasada.
Poco tiempo después de ese recordado US Open, las buenas noticias seguían llegando para el de Nebraska que acumulaba victorias y sonrisas. El 3 de noviembre del año en que se consagraba en su casa como campeón de torneos grandes, ‘A-rod’ alcanzó la cima del tenis mundial, el número uno del mundo, posición que ocupó durante 13 semanas y que compitió contra un Roger Federer que también venía despuntando, finalmente el suizo se quedaría con el puesto en febrero del año siguiente, sin que el americano perdiera potencial o protagonismo, fue número dos por 52 semanas, 70 semanas estuvo en el número tres y terminó 9 temporadas consecutivas dentro de los 10 mejores del escalafón mundial de la ATP.
De ahí en adelante, con una generación de tenistas talentosos, Andy Roddick, Roger Federer y Lleyton Hewit, fueron figuras rutilantes de este deporte hasta la aparición de Rafael Nadal quien entró en la disputa de los primeros puestos desde el inicio. Mientras tanto, los éxitos llegaban para el jugador de Estados Unidos, siempre en los primeros planos de los torneos importantes, y manteniendo el mismo sueño desde ese septiembre de 2003, volver a levantar un título grande y ser de nuevo profeta en su tierra.
Un año más tarde pero en el césped sagrado de Wimbledon, el saque de Roddick venía como una aplanadora arrasando rivales y retaba a un Roger Federer, número uno en defensa del título, el resultado una vez más fue para el suizo, quien también amargó a uno de los jugadores que más ‘aces’ ha conseguido en la historia en la final de 2005 y 2009 (16-14 para Federer en el quinto set), en la catedral, además de quitarle la oportunidad de volver a celebrar en casa en la final de 2006.
Llegó a conectar un saque de 249 km/h (el más rápido en su momento), consiguió 9068 saques directos, 6429 en cancha dura, más de 20 millones de dólares en ganancias, además de la Copa Davis en 2007 para Estados Unidos.
Así como su tenis, Andy fue considerado siempre como un ‘badboy’, como un chico malo, un chico rebelde e incomprendido, terminó su carrera cuando nadie lo esperaba, apenas llegaba a los 30 años, volvía a tener buenos resultados con una raqueta de mayor diámetro, hasta que un día dijo ¡basta!, compitió hasta el día que creyó posible ganarle a los mejores del mundo, como él mismo lo dijo “No quiero seguir jugando para mantenerme entre los 20 primeros, eso podría hacerlo, pero no voy a poder competir con los primeros por un Grand Slam y eso no tiene sentido en mi carrera”.
Acompañado y haciendo gala de esa fama de diferente, de rebelde, Roddick en julio de este año decidió botar a la basura todos sus trofeos, bueno, 31, pues consideró que eso no lo identificaba, que él era más que esos trofeos, eso sí, menos que uno, el que ganó el 7 de septiembre de 2003, el US Open, su único trofeo de Grand Slam.
[author image=”https://pbs.twimg.com/profile_images/854360666370658308/jkEDM2UQ.jpg” ]”Juan Pablo Galvez Beayne, comunicador social y periodista deportivo, especialista en tenis, en Twitter como @jpbeayne”[/author]
